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martes, 26 de junio de 2012

Personajes con vida propia

Decir que los personajes de una novela pueden llegar a tomar sus propias decisiones, al margen del guión seguido por el autor, puede sonar extraño. Sin embargo, en ocasiones sucede; al menos en mi caso.
Normalmente sigo una línea de trabajo estipulada de antemano; creo algo así como un guión que divido en capítulos, y éstos a su vez en actos, y a continuación me ciño a eso. A mí me funciona. Las sorpresas se presentan más tarde...
Ya me pasó con mi primera novela, La Hora Nona o el drama de Sant Jordi, en la que el bueno de su protagonista, Pau Argemí, me sorprendió por completo mientras redactaba un capítulo en especial. Sucedió con rapidez, mientras tecleaba uno de los diálogos; siguiendo mi costumbre, ya había logrado esbozar lo que pensaría, diría y haría finalmente dicho personaje. Sin embargo, en un determinado momento llegó la sorpresa... Pau Argemí se ponía en boca una frase que yo no había previsto en absoluto. ¿Resultado? Pues bien... un giro totalmente inesperado tanto en la trama como en la posterior manera de actuar del caprichoso periodista -pues Pau Argemí honra esa fascinante profesión-.  Resulta un tanto complejo explicar esto y, desde luego, no censuro en absoluto a los que piensen que un servidor, en el mejor de los casos, está a punto de perder el poco juicio que aún conserva.
Más o menos lo mismo me pasó con el segundo de mis libros, La Morada de los Ángeles, que está ahora mismo en Madrid en manos de un Agente Literario esperando su veredicto -de paso, cruzo los dedos-. Pero en esta ocasión fueron ¡nada menos que tres! los personajes que parecieron empezar a desmadrarse por su propia cuenta y riesgo dando, como resultado, un giro para mí espectacular en el mismo corazón de la trama. Otro periodista, un sacerdote y una inspectora de policía tomaban, casi al unísono, la decisión de variar nuevamente la estructura de la novela.
No sé si esto me ha sucedido sólo a mí o si, por el contrario, forma parte de la experiencia de otros escritores. Lo cierto es que experimento de continuo el morbo por averiguarlo. En todo caso, y sea como fuere, estos cambios inesperados en mi propio "guión" siempre me han sorprendido gratamente.
Y uno se pregunta, a veces con sorna: ¿a qué se debe esto? ¿Es que los personajes no pueden ceñirse justamente a lo que se supone que deben hacer o decir? ¿O es que esto significa que adquieren, a medida que uno avanza en la confección de la historia, su propia vida? ¿Actúa mi subconsciente de alguna forma? Supongo que sí, como también supongo que el motivo que origina estos cambios repentinos y esporádicos en la forma y el buen hacer de nuestras propias creaciones literarias debe estar basado, sin lugar a dudas, en algún principio científico totalmente explicable y mesurable.
¿O no? Todo un galimatías.
Yo, por mi parte, prefiero agarrarme con todas mis fuerzas al lado romántico de la cuestión y seguir pensando que ellos, esos personajes ficticios que tantas horas de sueño y atención reciben por parte de su autor, acaban adquiriendo, como sucede en la vida misma, vida propia, iniciativa y personalidad. ¿O acaso no es ése, en definitiva, el camino que todos nosotros seguimos a lo largo de nuestras auténticas existencias?



viernes, 22 de junio de 2012

Quizá estas líneas puedan sonarle a más de uno a perogrullada facilona; pudiera ser. Sin embargo, a mí me ha dado qué pensar... y me explicaré.
Repasando las descargas promocionales de Las Crónicas de Elan Croser en Amazon me llevé una sorpresa; una grata sorpresa. Y es que, además de en España, mi libro ha sido descargado en más países; Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia, Francia... lo cual, técnicamente, me convierte en un autor leido internacionalmente. Puede resultar algo pretencioso, y no quisiera con ello dármelas de nada en especial, Dios lo sabe. Sólo pretendo destacar la idea, el trasfondo de la cuestión.
Cualquiera de los escritores que publicamos en éste o cualquier otro mega-portal estamos poniendo nuestra obra al alcance prácticamente de todo el mundo. ¿Os dáis cuenta de lo que esto lleva implícito en sí mismo? Tengo entendido que tan sólo en los Estados Unidos hay más de cincuenta millones de hispano parlantes. Son números que marean...
Pero ésta, a la vez, es un arma de doble filo. Los que nos dedicamos a escribir contraemos automáticamente la tremenda responsabilidad de, además de hacerlo, hacerlo bien. Creo que entonces, y sólo entonces, merecerá la pena gozar de esa internacionalidad que las nuevas tecnologías ponen con tanta facilidad a nuestra disposición. ¿No creéis?
 
Buen fin de semana a tod@s y... ¡¡¡buenos libros!!!

lunes, 18 de junio de 2012

Espejismos...

Evaluar el resultado de estos días de promoción se me hace irreverente y complicado; sobre todo desde mi novata perspectiva en cuanto a la publicación en los grandes portales se refiere.
¿Puedo decir que estoy satisfecho? Ni siquiera lo sé; supongo que, como a cualquiera que se muestre exigente consigo mismo -y ese siempre ha sido mi caso, no sé si por defecto o por virtud-, las cosas siempre me parecerán mejorables.
Lo cierto es que han habido descargas; muchas más de las que yo mismo pueda contar sumando a familiares, amigos y simpatizantes; supongo que, como en todos los órdenes de la vida, algún enemigo habrá también que, por simple y morbosa curiosidad, se haya descargado el libro.
Ahora, cuando estoy sentado en mi mesa de trabajo escribiendo estas líneas, mi esposa me hace una reflexión: "Al otro lado de tu pantalla de ordenador hay personas; lo acabas de ver. Poco o mucho, deberías estar siempre agradecido por lo que tienes." Y tiene razón; puedo estar satisfecho o no, dependiendo del grado de paranoia con el que me haya levantado hoy de la cama. Pero, desde luego, debo estar agradecido.
¿Por qué? Porque me he dado cuenta de que mi obra gusta; me he dado cuenta de que tengo lectores. Gente sencilla, como yo, que van cada día a trabajar; personas que tienen también sus anhelos, sus deseos, sus aspiraciones, sus familias, sus problemas... y que, a pesar de todo, dedican un espacio de tiempo, por poco que sea, a la lectura. Y me leen...
Ahora, mientras continúo trabajando en la segunda parte de la saga, en la que poco a poco me voy sumergiendo cada vez más hasta que vuelva a obsesionarme por completo, me doy cuenta de muchas cosas. Mi esposa, que prepara febrilmente la inminente aparición del primer volumen en francés, vuelve a señalarme la pantalla del ordenador. Las Crónicas de Elan Croser: número cuatro en popularidad en el apartado mitos, leyendas y sagas de Amazon. Me froto los ojos. ¿Número cuatro de entre 2.467 resultados? No puede ser; se trata de un espejismo.
¿Un espejismo? Quizá... pero me proporciona la fuerza suficiente para continuar trabajando.
Al fin y al cabo, como escritor, me debo a ellos, a mis lectores... a vosotros.
Muchas gracias por vuestro apoyo y confianza; a los amigos y a los, quizá, no tan amigos. A los conocidos y a los desconocidos. A los que de buena gana dejarán sus puntuaciones y comentarios en Amazon y a los que, simplemente por falta de tiempo, no puedan hacerlo.
Yo, entretanto, continuaré dando vida a estos benditos personajes.

jueves, 14 de junio de 2012

A vuelta con las promociones...

Sí, amigos. Las Crónicas de Elan Croser vuelve a estar de promoción en Amazon durante hoy y mañana. No obstante, creo que este es uno de los aspectos que menos encajan en mi hasta ahora romántica visión de los hechos en la vida de un escritor independiente. Supongo que se trata de algo que los que nos dedicamos a esto debemos asumir prácticamente sin rechistar... entre otras muchas tareas añadidas.
Y este domingo -el día 17 de junio- también. Y será la última por el momento así que, si os interesa... ya sabéis donde encontrarlo.
Entretanto os dejo algo de sinpsis para ir haciendo boca:


Los dioses siempre habían estado presentes en todas las civilizaciones; y la Tierra Conocida no era ninguna excepción. Todos los mitos y las leyendasancestrales transmitidas oralmente de generación en generación daban fe de ello. Normalmente, cuando alguien dudaba de tales relatos, el escéptico veía derrumbarse su incredulidad cuando advertía, grabados en las rocas, los detalles de extrañas y a veces incomprensibles figuras pétreas que atestiguaban su existencia. Entonces, las gentes recapacitaban  y, con un poco de suerte, los volvían a tener presentes en sus plegarias durante un tiempo.
En una época en la que todavía no existían las fronteras ni las naciones, los ejércitos, como tales, no tenían aún una razón para existir. Los hombres, justo ante las puertas de lo que sería, con el beneplácito de los dioses, una avanzada y floreciente civilización, vivían en clanes familiares que, como mucho, se veían notablemente incrementados en número cuando, ocasionalmente, dos o tres de dichos clanes se unían estableciéndose en pequeños pueblos o aldeas, normalmente guiados por Hombres Sabios que dominaban las artes de la Magia y los Ungüentos; también se encargaban, a menudo, de confeccionar los mapas del territorio que, obviamente, no eran demasiado precisos. Se dudaba, incluso, del hecho de que más allá del territorio demarcado por dichos mapas hubiese algo más.
Las Artes de la Forja habían avanzado considerablemente y, con la entrada en escena del acero, los hombres habían logrado confeccionar armas de una solidez y resistencia extraordinarias, muy superiores al cobre e incluso al hierro y desconocidas hasta entonces. A caballo de tales avances, preocupados y motivados al mismo tiempo por algunas noticias y rumores que llegaban ocasionalmente, los Hombres Sabios empezaron a discernir el peligro, una amenaza confusa y no definida que, proveniente de más allá de los límites impuestos por los mapas que tanto trabajo les costaba confeccionar, intuían cada vez más cercana. Era preciso, pues, desarrollar los elementos necesarios para que sus aldeas y poblados se convirtiesen en auténticas fortalezas, lugares seguros, bastiones pétreos e inexpugnables que les garantizasen la supervivencia ante cualquier ataque inesperado provocado por un feroz y despiadado enemigo. Iniciaron su primera toma de contacto con lo que ellos mismos denominaron máquinas, generalmente destinadas a la guerra e, incluso, acariciaron el viejo sueño de volar… También fueron conscientes de las inestimables ventajas que supondría el envío de auténticas expediciones de Guerreros destinadas a explorar los confines del mundo; un mundo que, sin saberlo, estaba a punto de experimentar un profundo cambio movido por la creciente industria de la guerra.
Según los mitos, los mismos dioses que depositaron la vida en aquella tierra virgen y plagada de recursos regresarían algún día y volverían a caminar entre los mortales; pero nadie tenía en cuenta aquella parte de la leyenda. Según la misma tradición, cuando lo hicieran, sería para establecerse definitivamente allí; todos se preguntaban cómo sería la convivencia con aquellos seres superiores. Sin embargo, lo que no aclaraba la ancestral tradición era que los dioses estuviesen dispuestos a compartir aquellas tierras con los seres inferiores que ahora las poblaban, y que, ingenuamente, se creían dueños y señores de ellas…
 
Podéis dejar vuestros comentarios y puntuación en la página del libro, en Amazon.
 
Hasta pronto y... ¡¡¡buenos libros!!!

sábado, 9 de junio de 2012

De la mano de Scarpetta

Supongo que, como se puede adivinar al echar un vistazo a las entradas de este blog, os habréis dado cuenta de que me apasionan las historias de los escritores que, de alguna manera, han triunfado en la literatura.
El caso que hoy os propongo es, para mí, todo un clásico de perseverancia y buen hacer. Y es que su historia siempre me ha fascinado particularmente, hasta el punto de tomarla, en muchas ocasiones, como un referente. Sobre todo teniendo en cuenta que en 1990, cuando tras ser rechazadas sus novelas una y otra vez por distintas editoriales, Patricia D. Cornwell estuvo a punto de tirar la toalla y abandonar su sueño de ser escritora. Recordemos que, por aquel entonces, los escritores no disponíamos de herramientas tan potentes como, por ejemplo, la posibilidad de publicar completamente gratis y sin coste alguno en megaportales como Amazon. ¿Alguien quiere tomarse ahora la molestia de buscar en dicho portal los productos de Patricia Cornwell? Yo lo hice hace muy poco... y un poco más y me caigo de la silla.

Pero entonces, y volviendo a nuestra hstoria, ocurrió el milagro: una editorial le compró el manuscrito de su novela Post Mortem por 6.000 dólares. A partir de aquel instante, miles de lectores amantes del género pudimos seguir las aventuras de la Doctora Kay Scarpetta, médico forense y principal protagonista de los libros de Cornwell. Se iniciaba así la andadura profesional de una escritora que, en mi opinión, ha sabido hacerse a la perfección con un lugar en el vasto nicho -¡qué poco me gusta esa palabreja!- de mercado editorial perteneciente a la novela negra y, específicamente, a la Criminología. Sobre todo si pensamos que lo ha hecho antes de la aparición en TV de series tan populares como CSI, por ejemplo.

Claro que, desde entonces, ha llovido mucho. Hasta hace muy poco se le calculaba a la Cornwell una fortuna de unos 100 millones de dólares...

Ahora bien; ¿a qué se debe ese éxito? Creo que la respuesta en este caso resulta evidente, sin obviar, por supuesto, que la autora no se hizo millonaria de la noche a la mañana; hubo momentos tremendamente difíciles, y sería tremendamente injusto y a la vez simplón no tenerlos en cuenta.

Pero Patricia D. Cornwell documenta sus novelas; y -en mi opinión- lo hace bien. Asiste periódicamente a autopsias, patea las calles a bordo de un vehículo policial, se interesa por las armas que utilizan sus personajes, hasta el punto de llegar a probarlas ella misma en una galería de tiro, habla constantemente con abogados, médicos, investigadores, policías, jueces... y lo hace con su sempiterno bloc de notas y su pluma a cuestas. ¿Quién da más? Creo que llega a elevar la fase de documentación e investigación de sus libros a la categoría de Arte -por supuesto, es sólo mi opinión-.
Como veréis, me encantan las obras de Cornwell.

Sin embargo, como escritor, suelo ver detalles en sus textos bastante más allá de lo que me dictan literalmente las letras que conforman sus libros; Patricia Cornwell se ha convertido, para mí, en una auténtica apasionada de su trabajo; le encanta lo que hace, la absorbe por completo el tema sobre el que escribe, y trabaja sus obras de tal manera que ha llegado a impregnarlas con un volumen, una textura y una dimensión tan especial y particular que, cuando se lee, sabe a Scarpetta.

Tan apetecible, a mi gusto, como un buen café.

miércoles, 6 de junio de 2012

Promoción

¡Hola amigos!
Una breve nota informativa: durante hoy y mañana se está promocionando mi libro Las Crónicas de Elan Croser totalmente gratis... así que, si os interesa, podéis descargalo ya.

Espero vuestros comentarios en la página del libro y vuestra puntuación.

¡Muchísimas gracias a todos y buena lectura!


O, simplemente, entrando en Amazon y tecleando en "Buscar" Las Crónicas de Elan Croser.

lunes, 4 de junio de 2012

La hora de la verdad

El viernes 1 de junio subí mi tercera novela a Amazon; la primera que publico en dicho portal. Con una extraña mezcla de miedo y reverencia -supongo que como nos sucede a todos al principio- pude ver publicada mi obra, al cabo de tan sólo unas horas, en la afamada tienda virtual.

Imagino que, para mí, ha llegado la hora de la Verdad. La Verdad con mayúsculas puesto que, de ahora en adelante, me he convertido sin quererlo en otro autor que -continúo suponiendo- dedicará cada día unos minutos para contemplar los resultados del informe de ventas de un modo casi compulsivo.

Uno se siente extraño al principio; y me explicaré.

Siempre que acabo de escribir una novela me sucede lo mismo. Al terminar la última línea del nuevo libro, ese último renglón que marca el final de varios meses de esfuerzo, entrega, trabajo y, ¿por qué no?, también sacrificio, muchas veces a horas bastante intempestuosas, experimento una profunda sensación de vacío. Un vacío ora un tanto especial, ora irracional; un vacío que, como un pequeño tirano, lanza constantes preguntas a mi joven alma de escritor: ¿Ha merecido la pena el esfuerzo? ¿Habré logrado plasmar con claridad en el papel las ideas que afloraban a mi mente? ¿Gustará? ¿Se interesará alguien por mi nueva obra?

Otras veces, las más, dicho vacío se presenta en forma de sentimientos muy encontrados: de repente me doy cuenta de que les he tomado tanto cariño a los protagonistas de mi historia que, de algún modo, los echaré de menos; desde el más bueno e ingenuo de ellos hasta el más retorcido que, como siempre, ha de encarnar y dar vida a la parte más trágica y oscura de la obra. Supongo que, como resultado de tu propia creación literaria, acabas congiéndoles un cariño especial.

Al menos, ese es mi caso.

Hoy he entrado en Amazon, después del fin de semana. De manera casi obsesiva me he dirigido a la página en la que aparece la portada de mi libro y, debo reconocerlo, me he quedado observándolo, embobado, durante unos minutos. Y es que, aunque lo haya terminado, él continúa ahí; paciente, risueño, constante, perseverante.

De algún modo, no sé cómo, ahora se han cambiado los papeles; se han invertido los roles. Yo ya no soy el que escribe en su alma de libro, antaño blanca; ahora es él el que plasma en mi alma de escritor, quizá no tan blanca como la suya, lo que está experimentando.

Y yo percibo, como un susurro intangible, su propia voz. Y me doy cuenta de que me hace las mismas preguntas que yo, de alguna manera, le he hecho a él: ¿ha merecido la pena el esfuerzo? ¿habré logrado plasmar con claridad en el papel las ideas que afloraban a mi mente? ¿Gustará? ¿Se interesará alguien por él?

Quizá, sólo quizá, este atormentado escritor se esté volviendo un poco loco; supongo que también está en su derecho. Pero, muy en el fondo, algo me dice que ha merecido la pena el esfuerzo y que él, desde sus páginas manchadas ahora de tinta negra, sabrá transmitir al mundo las aventuras, las grandezas y las miserias que, a lo largo de tantos días, he deseado plasmar en sus páginas.

Y ahí queda eso...