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viernes, 18 de octubre de 2013

¿Estamos asistiendo al principio de algo grande...?

Esta noticia me ha llamado hoy la atención. ¿Qué impresión os da?


Espero no estar volviéndome paranoico, pero... ¿acaba de ponerse en marcha algo realmente bueno?

¡Un abrazo!


lunes, 7 de octubre de 2013

Respetar nuestra profesión

Lo siento, pero no he podido evitarlo.
Es decir, no lo siento.
Acabo de leer algunos artículos en la red hablando de nosotros, los tan traidos y llevados escritores independientes, escritores indies... o llamadlo como os plazca; escritores, al fin y al cabo.
Bien sabe Dios que no me gusta la polémica, ni soy demasiado dado a buscar razones o desfacer entuertos, como nuestro amado hidalgo Don Quijote de la Mancha; pero es que... es que el tratamiento que se da en algunos sitios al que hoy, después de tres largos años dedicándome a ello con todas mis fuerzas, tiempo y tesón, considero mi trabajo, me parece sencillamente indignante. No voy a mencionar las fuentes, pero cualquiera puede darse una vuelta por google...
Mi primer libro, del que ni siquiera hablo normalmente, lo escribí hace ahora más o menos diez años; no se trata de uno de esos libros a los que denominan de vanidad, cuyo único fin es publicar un reducido número de ejemplares para regalar entre familiares y conocidos y tratar de ennoblecer el ego personal de su autor. Fue el primero de una lista que, a dia de hoy, cuenta con cuatro títulos y va en aumento, a la espera de cerrar o finalizar varios frentes en los que estoy trabajando. Pero si una cosa no fue ese libro es producto de la crisis. Y por eso me molestan sobremanera algunos escritos que circulan por ahí. Frases como "conviértase en un escritor independiente", "cómo convertirse en un escritor independiente", o "escribir es sólo un negocio" creo que hieren y ofenden el alma del auténtico escritor. Y es que, a veces, la falta de dinero o recursos hace que florezca el ingenio de una forma casi descarada.
Mi opinión, señores míos, es que escribir no es ningún negocio, y el que diga lo contrario -salvo muy pocas expcepciones- no sabe en realidad lo que está diciendo. Si pretendes hacerte millonario escribiendo en España, créeme, ve olvidando el tema y busca otra actividad más lucrativa y afin a esa idea. Y no es que no sea posible hacerlo, pero creo que es algo bastante improbable, y hablo tan sólo de mi propia experiencia.
Como escritor, mi sueño y mi meta desde hace varios años es vivir dignamente del producto de mi trabajo. Ni más ni menos. Y hasta ahora, creedme, aún no lo he logrado.
Eso no significa que no haya quien consigue equilibrar bastante acertadamente su balanza de gastos e ingresos y pueda, como vulgarmente se dice, ir tirando. Pero os aseguro que conozco a muy poca gente que lo esté haciendo, o que no se vean obligados a compaginar su tiempo de escritura con un trabajo "de verdad", si es que aún queda algo de eso en este país. Pero no; hoy por hoy, no te haces millonario gastando tinta y codos de camisa.
Por eso amigos, precisamente por eso, porque uno sabe el sacrificio, el esfuerzo y -muchas veces- las lágrimas que hay detrás de algo tan bonito como ser escritor, exijo desde aquí un respeto hacia nuestra profesión; hacia mi profesión.
Ser escritor no es sólo leerse un manual de estilo o asistir a un cursillo de redacción de dos semanas y ponerse delante del ordenador con el oficio aprendido; exige mucho más que eso.
Mi oficio exige lectura, mucha lectura.
Mi oficio exige mucha entrega, exige darlo todo, exige soñar, elaborar y saber transmitir las mejores historias; esas que son capaces de solucionar un problema, de hacerte permanecer pegado a la silla durante toda una noche o de hacerte dar un salto de tu sillón preferido porque estás a punto de llorar; o porque eres incapaz de reprimir una carcajada.
Mi oficio, como muchos escriben por ahí, no es un negocio. Mi oficio es pasión, son noches de insomnio madurando una idea, son horas ante el papel o la pantalla de un ordenador leyendo, escribiendo, mimando el texto, corrigiendo sin cesar, releyendo hasta la saciedad, perfeccionando hasta el agotamiento.
No te conviertes en escritor porque no tienes dinero, o porque hay crisis, o porque las cosas no te van bien y decides probar suerte. Naces escritor, y eso no se compra. Es tu pasión, es tu vida y, si por cualquier causa no logras situarte en un top ventas o ser un best seller, no abandonas, sino que continúas trabajando, aprendiendo y leyendo a otros compañeros para alcanzar su nivel y encontrar tu camino.
Mis seguidores no son clientes; mis seguidores son lectores, y no compran y leen mis libros para que yo me enriquezca, os lo puedo asegurar. Leen mis libros en busca de nuevas ideas, de nuevos mundos, de nuevas -o viejas- historias bien contadas que les aportan cosas que el dinero es incapaz de aportar.
Ése es mi público, y ese es mi oficio; y me siento orgulloso de él, aunque -de momento- no me dé para vivir dignamente con el esfuerzo de mi trabajo.
Creo que ya va siendo hora de que, los que nos llamamos escritores, empecemos a valorar y hacer respetar nuestro oficio.

viernes, 4 de octubre de 2013

Dangy... luz propia

Para variar un poco, hoy me gustaría compartir con vosotros una noticia que a mí, como padre, me llena de satisfacción y orgullo. Mi hijo acaba de lanzar su primer disco, Dangy, luz propia y, ni qué decir tiene, me siento orgulloso de ello.
David, como todos nosotros, tiene y mantiene sus propios sueños, y así lo viene demostrando desde hace muchos años. Siempre me ha llamado la atención el tesón que demuestra en su trabajo. Todos tenemos un comienzo, ya sea en literatura, música, pintura o cualquier expresión artística, y David acumula ya muchos años -a pesar de su juventud- de lucha en pos de su meta. Y supongo que todo ese esfuerzo muy pronto empezará a arrojar su fruto.
Ésta es la portada del disco, que me ha dejado totalmente embelesado. ¿Amor de padre? No lo sé, pero sí puedo afirmar que muy pronto oiréis hablar de él.




Como bien dice el título de tu disco, David, siempre has brillado con luz propia. Te quiero.

jueves, 3 de octubre de 2013

¿Documentar... en ficción?

Como sabéis, soy un gran enamorado de los procesos de documentación e investigación que preceden a la escritura de un libro, sea cual sea su género o su tema. Para mi constituye una de las fases más importantes, entretenidas y fascinantes; de hecho, no concibo la creación de una obra literaria sin haber dedicado una buena parte de tiempo y trabajo a investigar, contrastar datos y fuentes, etc. En pocas palabras, creo que sin ese interesante trabajo nuestra obra adolecería de consistencia y credibilidad nada más caer en manos de un lector con un mínimo de espíritu crítico. No obstante, mucha gente me ha hecho la misma pregunta en varias ocasiones: ¿es necesario documentarse para escribir una obra de ficción?
Para contestar a esta pregunta me remitiré y tomaré como ejemplo a la que considero, hasta ahora, mi opera prima, La Morada de los Ángeles. Quizá no logre transmitir del todo la idea que yo tengo sobre este tema, pues considero que no se puede resumir un tema tan vasto en una simple entrada en un blog pero, al menos, sí puedo dejar apuntadas algunas ideas al respecto.
Como sabéis los que la habéis leído, La Morada de los Ángeles es una obra de ficción que engloba en su contexto un determinado mensaje. Personajes ficticios, vidas ficticias y hechos ficticios. Sin embargo, tras cada una de las páginas de este libro se esconden literalmente cientos de horas dedicadas a la investigación. Mi idea, al escribirlo, era intentar acortar en lo posible la distancia existente entre el hecho cotidiano y las experiencias fuera de lo común que experimentan algunos de los personajes del libro; creo que logré mi objetivo bastante acertadamente, a juzgar por las críticas y las reseñas.
Pero no quería limitarme a inventar simplemente esas experiencias, a pesar de no ser hechos aceptados comúnmente por la ciencia; y para ello tuve que remitirme a episodios, vivencias y experiencias de personas anónimas que aseguran haberlos experimentado, y documentar todo eso. Puedo afirmar que, cuando menos, fue una experiencia tremendamente gratificante.
Recuerdo otro aspecto de la obra que me mantuvo en vilo durante casi dos semanas; no soy biólogo ni genetista, pero me vi obligado a imaginar lo que constituiría una "anomalía genética" que sufren determinados personajes del libro. Para ello tuve que ponerme bastante al día en determinadas materias que, en ocasiones, pensaba que me superaban por completo. Pero también lo logré. La trama así lo exigía y, con posterioridad y charlando con un biólogo amigo mío, me comentó que lo había conseguido con bastante buen acierto, a pesar de que lo que expongo en la obra sería técnicamente imposible; aunque, claro está, me dijo, "por eso se trata de una anomalía genética".
Otros procesos investigativos no fueron realmente tan complejos; tuve que empaparme bastante bien de cómo era o funcionaba por regla general la vida de personas dedicadas profesionalmente a tareas tan opuestas como la de un sacerdote, una inspectora del Cuerpo Nacional de Policía, un periodista o una bióloga especializada en botánica y medio ambiente. Y también tuve la oportunidad de aportar, por supuesto, mi pequeño grano de arena, al ofrecer una visión particular de cómo trabaja una especie de escritor-investigador-aventurero freelance, cosa que, por mucho que trates de dodumentar, siempre ofrece innumerables variantes en cuanto al modus operandi de cada cual; así que, ni corto ni perezoso, intenté reflejar mi particular modelo.
Pero, ¿qué logramos al incorporar en nuestra obra una buena dosis de documentación? Ante todo, pienso, estamos haciendo que nuestro relato, ficticio, acorte significativamente las distancias que indefectiblemente lo separan de la realidad, de lo cotidiano, de lo usual. Detalles absolutamente reales como la descripción y características de un arma de fuego, de un modelo policial o de cuanto pueda ser necesario para nuestra novela aportan un valor incalculable a nuestro relato.
Recuerdo que, cuando estaba confeccionando la obra, tuve que averiguar ciertos aspectos relacionados con las desapariciones de niños, que es uno de los ejes principales sobre los que gira la trama. Descubrí hechos absolutamente sobrecogedores; hechos reales, perfectamente documentados en algunos medios periodísticos y, de algún modo, me adentré un poco en los oscuros laberintos que conforman las prácticas habituales de determinados grupos que han hecho del tráfico de órganos un sucio negocio; y debo confesar que lo pasé francamente mal. También hubo áreas más agradecidas durante mi proceso de búsqueda; recuerdo con mucho cariño las largas y agradables horas que dediqué a mi búsqueda sobre algo, a priori, tan inconsistente como el resbaladizo mundo de los ángeles. Incluso estos datos, que conforman un área del conocimiento en la que cada cual es digno de creer o no creer, fueron documentados en base a documentos escritos e importantísimos libros considerados como sagrados.
Todos esos datos -y son tan sólo unos ejemplos de todo lo que tuve que buscar- salen reflejados después en el libro. Son verificables y contrastables, aunque a veces puedan difuminarse con la trama ficticia de la obra. A cada cual le toca discernir después hasta dónde llega esa estrecha división que separa la realidad de la ficción.
Aunque he tomado este ejemplo, por el cual siento especial predilección, os diré que también en Las Crónicas de Elan Croser tuve que documentar ciertos aspectos, a pesar de tratarse de una obra mucho más inmersa en la ficción que la primera; por ejemplo, me fue necesario empaparme de cómo son por regla general los castillos, qué partes los conforman y cómo se llaman dichas partes. También realicé algunas pesquisas sobre armamento antiguo y medieval y sobre algunos ritos mágicos empleados en algunas culturas... todo un galimatías.
En fin, espero que os pueda servir de ayuda esta breve disertación acerca de los procesos de investigación en la novela de ficción.